Salvador Vega: Arte, torería y temple
Por Damián Bernal
Octubre de 2020
Cinco años después, el reencuentro de Salvador Vega con el toreo en público ha sido uno de los acontecimientos de una temporada mermada por culpa de la pandemia.
Fue en Estepona y se guarda en la memoria de los presentes como otro maravilloso sueño de una noche de verano. Los trofeos (en su caso cuatro orejas y un rabo) son despojos, sí; pero sirven para calibrar la dimensión del recital del malagueño. Su lote, del encierro de Luis Algarra, fue el adecuado para exhibir con capote y muleta los muchos quilates de su toreo. Faenas magnas por temple y despaciosidad.
De ésas que dejan huella, gracia, pellizco y torería. Sendas obras con un metraje medido, de ése que ahora no se estila en una tauromaquia contemporánea a granel y con excesos de avisos en la cara de toro. Así que el que quiera más, que vuelva a ver a Vega…
¡Ojalá el año que viene y sin mascarilla! Junto a él, un Cayetano que remontó en su segundo. Su eficaz espada le dio el triunfo. Ninguna opción tuvo el siempre esperado Pablo Aguado. Una vez más, nuestro gozo en un pozo.
Tras el paseíllo se guardó un minuto de
silencio por las víctimas de la pandemia.
El Fandi, posiblemente el más poderoso
en el tercio de banderillas, posa con un
ejemplar de nuestro magazín.
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