Una Auténtica Pasarela de Moda

La magia de la Feria

Uno de los motivos por los que tanto gusta pisar la feria es sin duda porque el recinto se convierte en una auténtica pasarela de moda. Desde el primer día, en que se celebra la Fiesta del Rosario, y siguiendo la tradición se estrena el traje de gitana, hasta el último, que coincide con otra gran fiesta, la del Pilar; todos y cada uno de los que acudimos a la feria nos esmeramos antes en nuestras casas para salir de ellas lo mejor posible. Así ocurre que la Feria de Fuengirola año tras año se convierte en un auténtico escaparate de buen gusto, elegan-

Ocurre que al ir paseando y
contemplando tanto buen gusto
reunido parece como si se destapara
el tarro de las esencias de la alegría.
Una alegría que se contagia de unos
a otros, en un ambiente distendido
en el que las preocupaciones se
esfuman, dando paso a la euforia y a
la felicidad desbordante.

cia y belleza. No importa que se vaya de calle, de gitana o de corto. Tanto ellos como ellas sorprenden siempre al otro y levantan signos de admiración a su paso luciendo un vestido precioso o un traje de chaqueta impecable.
Además, ocurre que al ir paseando y contemplando tanto buen gusto reunido parece como si se destapara el tarro de las esencias de la alegría. Una alegría que se contagia de unos a otros, en un ambiente distendido en el que las preocu-

paciones se esfuman, dando paso pues a la euforia y a la felicidad desbordante. Así es la magia de la feria. Una semana en la que quizás después de todo un año entero sin vernos nos encontramos de nuevo de repente compartiendo la magia de la alegría.
Por supuesto, que la omni presente crisis hará también su aparición pero, en ningún caso, apagará el deseo ferviente de pasarlo bien más de un día de feria. Como tampoco conseguirá quitarnos el capricho de comprar aquella corbata que vimos o aquel vestido de tirantes que tan bien te sienta. En la feria siempre se estrena algo. Los días previos son un ir y venir de “infarto” para ultimar los detalles del sombrero que no llega, los botos que le quedan al niño pequeños, el traje que hay que plancharle, los volantes o el vestido que no hay tiempo de “meterle”.
Y después de todo el trasiego, llegamos a la feria con el rostro sonriente e irradiando la alegría de sentirnos felices por estar aquí, una vez más. Ni el calor del sol, ni la incomodidad de la lluvia, nada puede estropear un buen día de feria. Y se celebra por todo lo alto. De la mejor manera que festejamos cualquier acontecimiento importante en nuestras vidas. Compartiendo nuestro tiempo con nuestros seres queridos, manteniendo entusiastas conversaciones y disfrutando de una buena comida regada con una cerveza o un buen fino bien frío, dando rienda suelta después a un baile por sevillanas, rumba o lo que se tercie.
Y cuando el baile se desencadena, todo puede ocurrir. Miradas que se cruzan, volantes que se enredan, manos que se rozan,… El baile flamenco encierra un mundo de sensaciones. El deseo brota inesperadamente. Y algo que en principio puede parecer casual termina convirtiéndose en la más bella y profunda historia de amor. Así es la magia de la feria.

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