Inger Hallberg
Memorias PARTE II
Octubre de 2020
Muchas veces me han preguntado si alguna vez me he caído de un caballo.
¡Cuando domaba potros, pasaba más tiempo en el suelo que encima! Pero siempre volvía a subirme.
En 1959 participé en un evento hípico muy importante en Falsterbo, Suecia. Corrí con mi caballo Taiko en un concurso combinado de doma y salto. Por la mañana, fue la prueba de doma clásica y, por la tarde, iba a tomar parte en los saltos de obstáculos. Entre medias, tenía que saltar nuestra yegua Zivio y resultó ser una catástrofe! Durante la prueba de saltos, entró un camión al lado de la pista y ella, en vez de centrarse en los obstáculos, prestaba más atención al camión. Así sucedió que, cuando le di las ayudas para saltar, no reaccionó, metió las dos manos delanteras
en un muro de madera y dio una vuelta de campana. Los caballos intentan no herir a la persona, así que ella se giró en el aire para evitar aplastarme, pero mi pie quedó pillado en el estribo y debajo de la yegua.
El médico vino corriendo y lograron sacarme el pie de la bota. El tobillo se inflamaba por segundos.
Llamaron a mi padre y éste me preguntó que cómo iba en la clasificación de doma. Le conté que iba primera, a lo que me preguntó si sentía lástima de mí misma o podía continuar con la prueba. Aguantando el dolor, le respondí que por supuesto podía terminar la competición, y eso hice. Hice todo el recorrido sin estribos y gané la prueba. ¡Qué satisfacción!
La entrega de premios fue por la noche. Y, después de la ceremonia, iba a tener lugar una cena. Ya no podía ocultar las
lágrimas de dolor y el médico, que me observaba, llamó muy enfadado a mi padre y le dijo que me recogiera inmediatamente y me llevara al hospital.
El tobillo era un puzle de piezas sueltas y, con clavos e hilos de plata, lo reconstruyeron. Tres meses de escayola… En cuanto pude, empecé a montar con la escayola y cuando me la quitaron, comencé a nadar y seguía montando 4 caballos diarios.
En la revisión médica, el doctor se lamentó de que no volvería a poder mover los dedos del pie, debido a la gravedad de la fractura. Pero, para su sorpresa, sí que pude.
Me preguntó qué había hecho y se lo conté. Empezar pronto con la rehabilitación y mucha voluntad!
¡Salud para todos!
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