Editorial

MERCEDES CORTÉS BUENO

OCTUBRE 2012

Desde el inicio de los tiempos, el hombre ha sentido siempre la necesidad de dejar su huella impresa. Y es esta cualidad, además, la que hace al hombre diferente y superior del resto de seres que habitan la tierra. La Comunicación. El gran don que poseemos y a la vez el más difícil reto a superar. ¿Qué es sino la paz? El buen entendimiento entre dos pueblos. Y mirándonos a nosotros mismos, nuestra Felicidad, depende en gran parte de ella. Lograr que los demás nos entiendan, sin enfados de por medio. Por ello, cuando queremos llegar al corazón del alguien ponemos en el empeño nuestros cinco sentidos y nos detenemos para escoger con sumo cuidado la palabra más acertada para no errar en el verbo. Por el contrario, cuando nos acaloramos y decimos sin pensar lo primero que se nos viene a la mente es cuando siempre se desata el conflicto. Pues bien, más relevancia cobra aún si cabe la palabra escrita. Sólo ésta tiene otra dimensión. Ya sabemos todos aquel dicho de: “Las palabras se las lleva…”. Mientras que, al escribirlas, damos un mayor peso a lo que queremos decir y además las hacemos perdurar en el tiempo. Así desde la prehistoria hasta nuestros días el hombre ha dejado escrita su historia con el afán quizás de dejar parte de nuestro legado en la tierra. Como si al dejar nuestra obra impresa, dejáramos parte de nuestro ser interior. El hombre, irremediablemente, muere, pero la palabra siempre queda. Y, a veces, sucede así. Con un impulso a media noche que te obliga a levantarte mientras los demás duermen y te desvela para dictarte al oído la historia que da sentido a tu vida. Una vocecilla amiga, pero inquieta que no deja de susurrarte hasta que por fin la escribes en el papel en blanco, desnudando tu alma, y desahogándote en silencio.

La otra razón de ser de la Revista Peña Caballista Sol de Fuengirola y Pasión por el Caballo es, sin duda, el caballo. Animal bello y noble con el que el hombre se ha sentido siempre engrandecido. Reyes, emperadores, generales y demás de todos los confines de la tierra han deseado siempre ser retratados a lomos de un hermoso ejemplar alzado de manos y con las crines al aire. Es una extraña sensación la que te embriaga cuando te subes en él por primera vez. El miedo al vértigo que se adueña de ti va desapareciendo poco a poco para dar paso a la satisfacción plena de un buen paseo a caballo. Son miles las sensaciones que despierta este fiel compañero. Quién no le ha robado horas al sueño la víspera de feria con el traje de corto inmaculado preparado para salir. Quién no ha sentido “mil mariposas revolotear” en el estómago al llegar al paso al umbral de la feria. Quién no ha parado en seco el mosquero para saludar con alegría desbordante a un amigo. Quién no ha brindado desde lo alto, mirando a los ojos, por una buena feria. Quién no ha visto despuntar el alba a orillas del río de Fuengirola, al compás de la música improvisada y las palmas, tras un largo día de feria a caballo. Quién no ha vibrado de emoción al rozar su mano con la otra y chocar así los estribos. Quién no se ha sorprendido con un beso fugaz que se escapa de vuelta ya a la cuadra. Quién no ha admirado la grandeza de la naturaleza observando la campiña sevillana y una de las más bonitas estampas que dibujan los cortijos andaluces que hay camino del Rocío. Quién no ha cruzado la barcaza, sintiéndose feliz, con las riendas en la mano y respirando la marisma para luego adentrarse en la espesa arena del coto haciendo una vez más promesa. Quién no se ha sentido orgulloso de ver a su retoño salir al paso, con el sombrero bien puesto, por el recinto ferial. Quién no ha sentido la dicha de nacer, simplemente, al dar una vuelta a caballo.
Por todo ello, espero que la revista cumpla vuestras expectativas, disculpad siempre los errores y permitidme un brindis.
¡Salud y feliz Feria!

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