Luis Rivera

Veterinario, juez y jinete de Vaquera

En la izquierda, las riendas y en la derecha, la pluma

Octubre de 2021

Esta historia comienza allá por el año 1968, celebrándose el primer Campeonato de España en 1970, solo había unas hojas muy simples de valoración. Se empezó denominando “Doma Andaluza de campo”. Más tarde cambió a “Doma Española de campo” y se terminó conociendo como “Doma vaquera” a mediados de los años 80.

Comenzaré mi periplo recogiendo literalmente el preámbulo del primer reglamento publicado, que decía: “El jinete que practica este tipo de monta es en general de gran intuición y sensibilidad; cuando trabaja en el campo no lo hace de acuerdo a un plan preconcebido, sino por el contrario se adapta a las exigencias de las faenas, cambiando constantemente el aire y sus ritmos con rápidos movimientos, todo ello sin que el caballo deba acusar cansancio, ni le quede excitación posterior al violentarlo”.

“Por tanto, si queremos  presentarla con autenticidad lo natural es no amordazarla en la pista, porque la consecuencia inmediata es la mecanización, vicio que tanto preocupa a los buenos entendidos, que muchos jinetes no han sabido superar y ciertos jueces distinguir”.

Esto se escribió hace medio siglo. Con pena he de decir que ese espíritu no hemos sido capaces de conservarlo. A las pistas llegan caballos domados, sin duda ninguna, pero es demasiado previsible todo lo que sucede (mecanización). Es todo demasiado medido, demasiado preparado, los jinetes son fotocopias unos de otros. La doma que vemos en poco recuerda de donde viene. Vemos ejecución de ejercicios que evocan más al circo que al campo. Es absolutamente antinatural. Me refiero en concreto al ejercicio de las medias vueltas al paso, ese jinete tumbado literalmente hacia adelante y ese caballo girando a una altura absolutamente desproporcionada.

Ni eso se hizo nunca en el campo, ni es estético desde mi modesto punto de vista, eso sí: es muy espectacular.

Vemos muchos caballos en pista literalmente detrás de la mano y no penalizamos convenientemente error tan grave y especialmente en nuestra disciplina.

Nuestra doma claro que si salió del campo y, gracias a ello, llegó a la ciudad. Se perfeccionó con ejercicios de doma que la embellecieron pero tanto pensamos en el parecer que nos olvidamos del SER.

Continuará.

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